sábado, 6 de febrero de 2010

LA VIEJITA Y EL CORREO‏

Había un hombre que trabajaba en la oficina de correos, cuyo trabajo
era procesar las cartas que traían la dirección ilegible. Un día, llego a sus manos una carta que traía escritura temblorosa
y que iba dirigida a Dios, pero no tenia dirección alguna.
Como esa carta no iba a ir a ningún lado,
decidió abrirla para ver de qué se trataba:



‘Querido Dios: Soy una viuda de 84 años, que vive de una pequeña pensión. Ayer, alguien robó mi bolsa que tenía 1,000 pesos, era lo que me quedaba de la quincena y ahora voy a tener que esperar hasta mi próximo cheque, no sé qué hacer. El próximo domingo es Navidad y había invitado a dos amigas mías a cenar, pero sin dinero, no tendré qué ofrecerles, no tengo ni comida para mí, no tengo familia y eres todo lo que tengo, mi única esperanza.
¿Me podrías ayudar? Por Favor.
Sinceramente Maria.




Fue tal el impacto que la carta causó al empleado postal,
que este decidió mostrarla a sus compañeros de trabajo, todos quedaron acongojados
y hicieron una colecta… comenzaron a buscar en sus bolsillos y carteras,
al final de la tarde habían hecho un cooperación de 880 pesos,
los cuales guardaron en un sobre y se lo mandaron a la dirección del remitente de Maria.
Esa tarde, todos los empleados que cooperaron, sintieron un rico calorcito en el ambiente
y una sensación de satisfacción que tal vez no experimentaban hace mucho tiempo,
al saber lo que habían hecho por Maria y sus amigas.
Llego la Navidad y se fue. Algunos días después de la Navidad, llegó a la oficina de correos
otra carta de María, la cual reconocieron inmediatamente por la escritura
y porque iba dirigida a Dios. La abrieron y todos con curiosidad escucharon lo que decía:



Querido Dios: Con lagrimas en mis ojos y con todo el agradecimiento de mi corazón te escribo estas líneas para decirte que hemos pasado, mis amigas y yo, una de las mejores Navidades de la vida, y todo por tu maravilloso regalo, debes saber que siempre hemos sido fieles a tu mandato y hemos seguido todos tus mandamientos, tal vez esa sea la razón de tu benevolencia con nosotras y en especial conmigo.
Gracias Dios, por cierto, faltaban 120 pesos, nada importante, seguramente se los chingaron esos cabrones del correo.

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